¿Insípida yo?

No nos volvamos insípidas ante un mundo que necesita ser sazonado con el amor; el perdón; la bondad y la misericordia de Dios.
¿Alguna vez haz visto a una persona pidiendo dinero en la calle? ¿Sabes cuántas veces he escuchado decir "no le doy dinero a esas personas porque lo usarán para otros propósitos menos para comprar comida"? ¡Yo lo he escuchado infinitas veces! Y para serles honesta también llegue a decirlo. Hasta que un buen amigo de la familia un día me preguntó: ¿acaso eres tu Dios para saber para que usarán ese dinero? ¡UFFF... que bofetada sentí en ese momento! Yo, haciéndome la más "cristiana" juzgando a otros con religión!
Buena es la sal; mas si la sal se hiciera insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojarán fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
(Lucas 14:34-35)
¿Alguna vez has probado comida sin sal? Cuando tenía apenas 14 años mi padre fue diagnosticado con algunas condiciones de salud, y por tal razón mi mamá tuvo que comenzar a cocinar todo tipo de alimento sin sal. Al principio para mis hermanos y para mi fue una tortura. ¿Comer sin sal? ¡Qué horrible! Poco a poco nos fuimos acostumbrando a comer sin sal y los jugos sin azúcar. Recuerdo cuando recibíamos visita en la casa al llegar el momento de comer mi mamá colocaba el salero en la mesa y le advertía a la visita que la comida no contenía sal. Veía sus rostros; algunos disimulaban, otros no. Pero independientemente ninguno podía terminar su plato de comida sin echarle por lo menos una pizca de sal.
Para nosotros llegó a ser un estilo de vida. Tanto así, que hoy en día en mi casa se cocina sin sal. Y aunque es un estilo de vida muy saludable, cuando se habla de nuestra vida como mujeres cristianas, ¡mientras más sal contengamos mejor!
Jesús, es nuestro ejemplo de ser la sal para los demás. Es muy fácil perder en nuestra vida la sal sin darnos cuenta. Tradiciones; costumbres; religión; pasada manera de vivir; orgullo; prepotencia; antipatía e insensibilidad pueden ser algunos factores que nos lleven a perder ese sazón que el mundo necesita y que Dios demanda de nosotras.
¿Cómo sabemos si nos hemos vuelto insípidas? Contesta éstas preguntas: ¿Cuándo fue la última vez que ayudaste a un compañero de trabajo o a algún desconocido? ¿Cuándo fue la última vez que intencionalmente ocupaste el último lugar porque permitiste que otros fueran primero que tu? ¿Cuándo fue la última vez que le diste comida a un pobre o; a un desconocido, o a una persona que deambulaba por las calles? ¿Cuándo fue la última vez que justificaste tu falta de ayuda a otro porque tenías otras cosas "más importantes" que hacer? ¿Cuándo y por qué comenzaste a ser insensible con la necesidad de los demás?
La línea entre tener sal y perderla en una muy delgada y peligrosa. Nos hemos encerrado en viejos pensamientos; en costumbres y religiones y hemos perdido de vista que hay algo más importante. Nos hemos envuelto en nuestro propio mundo(como si fuera el único que existe) y nos hemos vuelto insensibles ante un mundo que espera por nosotras. Queremos ser luz prendidas debajo de la cama, y llevamos un evangelio de insensibilidad decorado con lindos atuendos de religión.
Amiga mía del alma, hoy te invito a que junto a mi cambiemos nuestro mundo personal. ¡Sacudámonos de la religión y las tradiciones y, comencemos a sazonar con el amor de Dios un mundo que pide desesperadamente a gritos ser sazonado!
¡Hasta la próxima!
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